El pasado sábado 13 de Noviembre, se llevó a cabo un concierto lírico musical de la mano de la artista Rusa, Inna Leytush en el Isabella Home, ubicado en 515 Audobon Avenue, New York. www.isabella.org
La audiencia estuvo conformada en un 90% por personas de edad avanzada, algunos tantos en sillas de rueda. En el auditorio había un total de aproximadamente 110 personas de las cuales había algunos enfermeros al cuidado de sus pacientes, el Decano Jorge Piña en compañía de sus dos hijos Camilo y Camila, y 4 estudiantes del seminario de Periodismo Digital.
La ejecución de la pianista, quién se desempeño también como Director, fue impecable. El género musical fue la música clásica, que la misma fue acompañada por estupendos tenores como Hamaid Rodríguez y Charles Abecassis. El profesionalismo y experiencia de la gran pianista se destacó al igual que su continua sonrisa cada vez que se dirigía al público para anunciar cada canción. Cabe mencionar, que esta destacada artista disfruta mucho de estos espectáculos de carácter caritativo.
La audiencia disfruto el espectáculo y reconoció algunas de las canciones, como lo fue Granada y princesita. Hubo personas de todas latitudes como: Cuba, Puerto Rico, Alemania, Corea por citar algunos. Llamó poderosamente la atención un señor de nombre Goerge Mukay de 91 años de edad, con una visible artritis en sus manos, conectado a una suspensión de suero, quién disfruto el espectáculo aplaudiendo al final de cada ejecución y gritando hasta donde sus fuerzas le permitieron “BRAVO, BRAVO, BRAVO”.
Muy por el contrario fue el caso de otros tantos, quienes quizás asistieron para tratar de distraer un poco la pena de hallarse en un hospital, padeciendo de alguna enfermedad y en algunos casos, sufriendo la tristeza de verse en edad avanzada y deteriorándose. Me quedo grabada la imagen de una mujer de piel morena, quizás de origen hispano, quién durante todo el evento se limitó a mirar hacia la ventana. Voltee registrándola con mi mirada y buscando una aprobación para hacerle alguna pregunta, pero sus ojos denotaban claramente una profunda melancolía y añoranza quien sabe de qué o de quién, hubo brillo en sus ojos grises, grises por esa piel que recubre la cornea de los que ya tienen una edad avanzada y antes de que yo me atreviera a dirigirme a ella, me desaprobó con esa intensidad perdida en algún punto fuera de ahí.
Yo, casi lloré con ella y por un breve momento me desconecté de la música que sonaba y pude ver que su caso no fue el único en aquella sala. En aquel espacio reinaba una profunda tristeza abrazada de mucha soledad y me pregunté por qué la vejez es, en muchos casos, tan implacable.
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