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jueves, 8 de marzo de 2012

Joel Almonó: Continente Literario en la Metapoesía, el Amor y los Sueños

Joel Almonó: Continente Literario en la Metapoesía, el Amor y los Sueños

Por Jorge Piña

Joel Almonó

Joel Almonó. !Amén!

Cuando se habla de poesía o de Metapoesía en Santo Domingo, en Estados Unidos o Europa y en el Caribe con la dimensión onírica, espiritual y mágica hay que pensar en una sola persona, escritor acucioso, pastor abnegado, poeta de extraordinariosvuelos, hay que pensar, repito, en Joel Almonó, cuyo poesía está atravesada por la bondad, el amor profundo y tierno a la gente más necesitada, el estudio intenso de los libros sagrados y el sacerdocio a carta cabal. Un sacerdocio que florece en los barrios incólumes de Santo Domingo, Santiago, algún batey de San Pedro de Macorís y aun en la más requerida comunidad de inmigrantes de Minnesota, Boston o Massachusetts en los Estados Unidos, el padre Joel Almonó, Dr. Almonó, o simplemente, como personalmente lo llamo desde hace más de 20 años, “Comando”, está presente con su risa amplia, alegre, contagiosa y estruendosa. Y es que cuando el padre Joel Almonó se ríe, los cielos cantan y truenan de felicidad.

Joel Almonó

Joel Almonó, el escritor

El poema en Joel Almonó coge cuerpo de tono celestial, metafísico, erótico, amoroso, de cataclismo efervescente a veces pero lleno de ese angustioso dolor vallejiano que hace a la Metapoesíajoelalmononiana única en América. Registros escriturales melodiosos no de piano ni de sirena sino de citara, arpa u órgano. El sortilegio encantado es su poesía. Marco de la vida y el amor es su poesía. Paso alegre de los años y desafío es su poesía. Lugar sagrado del ocaso es su poesía.

La poesía de Joel Almonó es la eterna sonrisa del abrazo, la espera entusiasta de los niños, la ilusión de la esposa apetecida y de los días de lluvia suave en el Caribe, el Malecón, la Zona Colonial y la Cafetería de la Plaza Colón en Santo Domingo. En ese palacio que todos llamamos de la esquizofrenia en donde todos concurrimos al entierro de la poesía de los ochenta y al nacimiento portentoso de la Metapoesía, la estética onírica del metalenguaje, al encanto de la mirada, la voz y el lápiz.

Ahí, desde ese espacio único en Latinoamérica que llamamos “Noche en Grande con la Poesía” apareció inaugurado, el creador fecundo de los milagros literarios: Joel Almonó, en su otredad del mismo y del otro como diría alguna vez Borges. Esta dualidad genial de metapoeta y sacerdote, activista cultural y escritor, hermano, padre y amigo que lo acompaña siempre.

Primero era la oralidad. Siempre prístino el verbo como en el principio. El valor verbal era la pasión de los noventas por establecer una nueva escuela parecida el surrealismo pero más allá de él: la Metapoesía. Ya que fue en el Caribe donde Bretón debió buscar primero, incluso antes de visitar al padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, las bases pictóricas y alucinantes del color onírico de sol, el mar y la desolación escindida de la Hispaniola.

Joel Almonó

Joel Almonó. El Padre y su Iglesia

Fue ahí donde Almonó forjó un continente repleto de posibilidades metonímicas y metafóricas. Ahí crecieron los amores, la maldad creció pero siempre aunada al Eros sobre Tanatos. Acaso no fue ahí también, en la Zona Colonial de Santo Domingo, donde se inició la civilización rabiosa del culto a los libros, la literatura, el mundo nuevo americano de los seres y las cosas reales y maravillosas. Hasta la primera misa con nueva catedral nacieron ahí. Ahí de veras surgió el decir-hacer y el ente amoroso literario para ser más y mejores seres humanos desde el metalenguaje, el onirismo y la amistad.

Luego surgieron los libros reales y propios llenos del asombro literario del gran escritor: “Dolor del Tiempo” y “Cantos Apocalípticos”. La búsqueda es azarosa, descifrar el sufrimiento humano y luego en un solo canto reinterpretar la historia total de la desolación humana, es azaroso y envolvente. Un desafío del poeta por buscar las grandes respuestas a los grandes presagios de la destrucción total de todo lo vivido en el Armagedón celeste del Apocalipsis crónicamente anunciado.

Entonces vendrá la calma espiritual, personal y familiar. Una renuncia de la lascivia presentida, del distanciamiento y del destierro de sí mismo para situar al crítico y luego salir del intimismo poético para entrar en los otros, esta vez desde el metalenguaje, con la visión y misión del descubridor sabio y maduro para finalmente entregarnos la ráfaga verbal y celestial, un canto a la belleza, a la amistad y a la vida: “Odas Metapoéticas”, y luego “Voces Metapoéticas”: Un recorrido regio por los vericuetos de los grandes autores Metapoéticas de nuestro tiempo desde México a Santo Domingo, Venezuela o Puerto Rico, España, y New York.

Mateo Morrison, Y. Anitzia, Joel Almonó y Susan Almonó

Mateo Morrison, Y. Anitzia, Joel Almonó y Susan Almonó

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