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lunes, 11 de julio de 2011

Del por qué del matar


Del por qué del matar

Por Jorge Piña

“Porque el hombre tiene dentro de sí un apetito de odio y destrucción”.
Albert Einstein

“No ofrece perspectiva ninguna pretender el desarraigo de las inclinaciones agresivas de los hombres”.
Sigmund Freud

Hoy mataron a Facundo Cabral. A la voz y generación de los cantautores. A la vecina de al lado mataron. A Pedro Navaja. A Pepito el cuentacuento sórdido y pornográfico. A compadre Pedro Mon. Al tíguere de la esquina. Al perro rialengo del barrio. A Bin Laden. A Penélope y Alfonsina matamos. Al comunista de la universidad. Al intelectual rabioso y revolucionario. Al tirapiedras del frente. Por la consumación de la sicuta matamos Sócrates. Al estudiante en las movilizaciones. A Sagrario Díaz por el Medio Millón. Al Ché. A las Hermanas Mirabal. A Mamá Tingó. Al artista dentro de nosotros. A Jesús Cristo matamos todos los días.

Y la guerra continúa sin límites, objetivos ni fines. Homo homini lupus (El hombre es un lobo para el hombre) sigue siendo la sentencia ominosa de Hobbes. Tiene, el hombre un odio innato a matarse así mismo y a matar a los demás. Hay un placer creciente alimentado por la cultura: la razón creciente del poderío humano, a eliminar al Otro, por amor a lo propio y por el odio inmediato a lo diferente.

De Freud a Einstein desde 1932 la explicación y las búsquedas, Del por qué de la guerra, siguen siendo místicas, irreales, insubstanciadas. Los procesos internos de fusion y fisión inversa del átomo lo mismo que el Inconsciente poseen groceras fallas de la inteligencia emocional en el hombre. Ahora matamos mejor y a gran escala. Parece que para sostener, la cultura (La Civilización) y el poder, es preciso la prevención de nuestra auto-aniquilación por la destrucción misma del Otro.

Matamos por placer, por las ideas omnipotentes, por la fe de un dios supremo desigual que impone su verdad con el odio y con la devoción más atroz. Matar al abortista que mata el aborto. Pena Capital a la mujer infiel y a la sodomía, persecución violenta al enemigo político traidor, son las excusas fatales del poder pervertido y pervertidor. Este mundo nuestro está más violento y jodido que nunca.

Es verdad como dice Freud "La nuestra no es una mera repulsa intelectual y afectiva: es en nosotros, los pacifistas, una intolerancia constitucional, una idiosincrasia extrema, por así decir". A parar, este odio desmedido a matar (nos) y perseguir y asesinar a los otros por sus ideales, cultos y principios contrarios. Es un amor extremo y subversivo, el nuestro, a amar la paz, a las contrucciones fundamentales de hacer el bien y amar por sí mismo al bien-vivir ciudadano de todos. Preponderancia del amor masivo sobre el odio colectivo. Eternamente Eros sobre el Thanatos de nuevo. Es pertinente hacer conciente las profundas predilencciones inconscientes y las conjeturas de la razón en favorecer la armonía, la solidaridad, la compasión, la hermandad y la paz.

Hace falta imponer esa cultura necesaria de paz entre los seres humanos. Justa cada día. Indispensable cada día. Abolamos la pena de muerte. Pongamos fin a la maldad. Eduquemos al asesino y al matador encerrado. Excluyamoslos internamente de nosotros mismos. Se requiere pues el don de la víctima compasiva y justa. Evitemos y curemos al peligroso y a la rabia en nosotros. Vigilemos y castiguemos el poder mortal de la guerra y sus consecuencias inhumanas, nefastas, destructoras e ineficaces.

La paz es la razón de la humanidad.

Erradiquemos la pobreza. Una de las fuentes del crímen, el llanto y el dolor. La abundancia es un derecho esencial de la vida. Ahí estan las enseñanzas fundamentales de Gandhi y Martin Luther King. La pacífica resistencia de la verdad. La ética frente a las indiferencias y crueldades de la discriminación, la intolerancia, la segregación y el odio.

Tenemos que imponer el derecho de matar a no matar.

Hay que eliminar la violencia a secas. Toda la violencia sin género escapista y político. Sin imponer una forma feminista de violencia por la otra machista. Toda la violencia es dañina. Todas dejan huellas incurables y traumas permanentes. La doméstica, la intrafamiliar, la infantil, la del animal, la social, la política. La violencia sexual. La del hombre por el hombre. La más común. La pena de muerte incluso es brutal. No y no a la Pena de Muerte de Casey Anthony en la Florida y en todos los lugares del mundo en donde exista.

La violencia del sicariato es perversa y vergonzosa. Animal, corrupta y política. Cobarde es. Sicariemos a amar. Venguemos con el amor. Sigue siendo válida la propuesta y decreto divino y venerado por todas las religiones, de no matar, y del sobretodo precepto divino, más pujante y creciente, amar a tu prójimo como a ti mismo.

Esto no puede ser jamás matar para comer. Matar por matar. Matar por necesidad. Matar por poder. Matar por contrato. Matar por el arte de matar. Matar por placer. La base del poder del por qué del matar es nefasta. Antihumana y antigua. Expulsémosla del centro de la razón y del corazón del hombre. De sus pulsiones, anhelos, sueños y apetencias. De su vertebrado saber humano. De su violenta razón de ser. De su sed y su por qué de la guerra inconsistente.

Aun más sigamos las misivas de complicidad vicaria de 1932 del psicoanálisis de Freud y de la física de Einstein para eliminar el amor de matar en la cultura y la civilización enterera. Matemos con amor el odio del matador. Matemos el odio de matarnos con la paz.

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